“Divide y vencerás”
Refrán
Son nuestros políticos tan ciegos, que me recuerdan a aquel viejo personaje de las caricaturas llamado “Mr. Magoo”, un tierno viejecito que vivía metido en líos por su falta de visión, pero que aun así se negaba a colocarse anteojos.
Enfrascados en sus pleitos, revanchas y venganzas, los diputados del Congreso de Nuevo León son incapaces de ver el enorme daño que le causan a la imagen del Poder Legislativo y a la de los partidos políticos.
PRI y PAN dicen defender a la ciudadanía, pero la realidad los desnuda y deja ver detrás de sus acciones intereses de todo tipo; por su parte el resto de los partidos y hasta los independientes mantienen un cómplice silencio a la espera de ver qué ganan al término del festín de sangre de los dos grandes.
Hay quienes piensan que un Congreso dividido ayuda a la administración de Jaime Rodríguez Calderón, pero dada la conformación del Legislativo, lo que realmente se requiere es tener la capacidad de unirlos y que todos estiren para el mismo lado.
A nivel de imagen, percepción y medios, el gobernador hace trizas a los diputados y abona a su lucha en contra de los partidos, pues al final lo único que consiguen proyectar es la defensa de sus propios intereses por encima de los de la ciudadanía.
Y si los partidos no son capaces de llamar al orden a sus diputados, muchos menos podrían pensar en un cónclave con la participación de sus dirigentes en aras de buscar estrategias conjuntas para mejorar su imagen.
Son tercos, obstinados, tozudos, obcecados y empecinados. Se olvidan que hacer política es el arte de anteponer lo mejor para todos y no para unos cuantos y se conforman con victorias pírricas sin ver el futuro.
Son como Mr. Magoo y quieren parecerse aún más a él, porque el personaje de la televisión era inmensamente millonario, aunque a diferencia del tierno viejecito que amasó su fortuna con toda una vida de trabajo, hay políticos que desean hacerse millonarios en unos años y con el dinero del pueblo.
Así se lleven el dinero y se queden con los cargos, al final todos pierden porque la imagen de los políticos y los partidos, gracias a ellos, sigue demeritándose.