“Esta noche, amiga mía
el alcohol nos ha embriagado,
qué me importa que se rían
y nos llamen los mareados”
“Los Mareados” de Enrique Cadícamo
Una muestra clara, diáfana y transparente de que el PRI en Nuevo León está en la inopia y que su dirigente estatal, sus cuadros y el pastor del rebaño en el Congreso están absolutamente extraviados es el descontrol que priva en sus filas.
No hay orden, mando, guía, rumbo, estrategia, destino; no saben qué hacer, cómo reagruparse, a quién creerle, a quién hacerle caso, a dónde llamar y por la falta de línea no son capaces ni siquiera de decidir el sabor de los refrescos que piensan tal vez, chance y a lo mejor, puedan pedir para la comida, si es que acaso les llega una orden divina de a quién le corresponde erogar el pago correspondiente.
¿Cómo explicar la brillante, pero sobre todo absolutamente necesaria para el desarrollo de Nuevo León, propuesta de exhorto que ayer hizo la diputada Alhinna Vargas para que se endurezcan las sanciones por el graffiti? ¿De verdad no hay otros temas más relevantes y sobre todo cercanos a la población?
Los acusan de sordos, ciegos, distantes, soberbios, petulantes y engreídos, por eso el electorado les retiró su apoyo hace poco más de un año y a pesar de haber transcurrido 12 largos meses y de que los ciudadanos les reiteraron su absoluto desprecio en las pasadas elecciones en otros estados, los de Nuevo León siguen en la baba.
¿De verdad no hay nadie que revise, corrija y apruebe el contenido de lo que van a decir los diputados en tribuna? ¿No hay quien dicte una línea de hacia dónde va el partido? ¿No se juntan para ponerse de acuerdo en si van a pedir fritos o galletas?
El PRI de Nuevo León son un montón de PRI’s y al mismo tiempo no es ninguno, porque es el PRI que cada quien trae en la cabeza, el que cada uno se imagina que debe ser o que le gustaría que fuese, porque para Enrique Ochoa, el dirigente nacional, su menor problema es Nuevo León y de ese estado ni quien se acuerde.
No se han dado cuenta de que están extraviados, pero además solos, más solos que nunca, que no hay nadie que les venga a dar luz para orientarles de cómo hacer las cosas y eso es lo más triste de todo, porque esto refleja la carencia de líderes que tomen las riendas y pongan orden en sus filas.
El otrora partidazo se muere, pero eso sí, proponiendo tonterías.