“La fórmula del positivismo: el amor como principio,
el orden como base, el progreso como fin”
Auguste Comte
Resulta difícil para cualquier el entender los mensajes cruzados que de manera constante se emiten desde los distintos niveles de gobierno. Dicen una cosa pero hacen otra diametralmente opuesta o bien, dicen una cosa y horas después declaran lo contrario y casi siempre culpan a todos, especialmente a los medios, de tergiversar las cosas.
¿Cómo entender que el gobierno te diga que requiere de la tenencia para contratar policías y al mismo tiempo diga que tiene planeado contratar a 600 elementos y gastarse 75 millones en una corporación interestatal para cuidar la frontera?
¿Cómo explicar que el gobierno dice que quiere acabar con el asistencialismo y al mismo tiempo anuncia que conseguirá 360 millones de pesos para apoyar a los municipios rurales que no tienen para pagar los aguinaldos de sus burócratas?
¿A quién creer cuando los diputados aseguran que recibieron una propuesta para cobrarle a los restaurantes que cocinen con carbón por contaminar el ambiente y el encargado del área públicamente los desmiente?
¿Cómo entender que el pleno del Congreso apruebe modificar una ley para que sean los representantes populares los que designen al titular de Derechos Humanos y una diputada sola le pida al gobernador que vete la ley?
¿Cómo justificar las declaraciones cruzadas del vocero de seguridad y el titular de la dependencia sobre el atentado del baby-shower o que justo el día en que se cometen varias ejecuciones el secretario de gobierno asegure que los delitos van a a la baja?
¿A qué estamos jugando?
En el centro de todo, otra vez, está la comunicación, porque todos tienen razón y todos, al mismo tiempo, están equivocados.
Fallan porque yerran en sus mensajes, porque hay demasiados cabos sueltos, porque no prueban y calculan lo que dirán.
Una comunicación responsable, pero sobre todo exitosa, implica mantener un orden, jerarquizar, priorizar, orientar y darle sentido a la agenda, pero cuando todos hablan de todo y cada quien dice lo que le parece o lo que cree que es lo correcto, se cae en la anarquía y por ello vienen las explicaciones y después las rectificaciones y aclaraciones, para después, ya encanijados y sin argumentos por la exhibición pública terminar diciendo que “ustedes se empeñan en no decir las cosas o en cambiar lo que dije”.
La comunicación es y seguirá siendo la principal herramienta para gobernar. Sin ella, están perdidos.