“¿A dónde irá, veloz y fatigada…”
Narciso Serradell en “Las Golondrinas”
Lejos de procurar justicia, las sanciones impuestas por el INE a los partidos políticos por irregularidades detectadas en los pasados comicios estatales en México, coadyuvan a la falta de confianza y descrédito en las instituciones, incluida la autoridad electoral a la que, visto está por los hechos, se la pasan por el arco del triunfo.
La cifra es escandalosa: 676 millones de pesos, que se redujeron a esta cantidad porque originalmente eran 894 millones.
Para los que se tragan el cuento de “El Mesías” de López Obrador debe ser frustrante enterarse que el partido más multado es Morena con 158 millones de pesos. Si el que habla de honestidad, transparencia y eficiente manejo de los recursos es multado con esas cifras, ¿qué esperar de los demás? Y encima, es el que más viola la ley…
México debe tener de las más caras elecciones del mundo. El costo que a cada ciudadano le representa la vida de los partidos es enorme en tiempos normales y no se diga en periodos de elección cuando sube a dimensiones insospechadas.
Pero a la luz de estas multas, ¿a dónde va a parar este dinero? ¿qué sucede después con él? En un esquema en el que los recursos son etiquetados con fines específicos, ¿qué pasa con estos dineros?
Igual que ocurre con el oficial de tránsito que “amablemente” te hace saber que el costo de una infracción ronda los tantos miles, pero con un diez o veinte por ciento que le entregues en cortito él se puede hacer de la vista gorda, ¿cómo no pensar mal cuando hablas de esas cifras impresionantes? ¿No llegará la maldita tentación a los consejeros para proponer o que los partidos les propongan un arreglo para bajar el monto de las sanciones?
Visto está que la unidad de fiscalización y el INE completito son un desastre, que nos cuestan caro, no dan legitimidad, confianza, certeza, certidumbre ni aval a los ganadores y terminan dejando más dudas que respuestas.
Me sigo preguntando, ¿a dónde irá a parar todo este dinero?