“La novedad es madre de la temeridad, hermana de la superstición e hija de la ligereza”
San Bernardo de Claraval
Así hemos sido de siempre, novedosos.
A los regios no nos gusta que nos platiquen y dentro de nuestro círculo tampoco nos agrada que nos presuman, así que tenemos que estar al día en los lugares de moda y, los tiempos mandan, ahora debemos atestiguar con selfie nuestra presencia en el lugar que acaba de abrir sus puertas en Monterrey.
Pero hacer de una simple cafetería un suceso me parece, lo digo de verdad, un exceso.
La cafetería canadiense Tim Horton’s vive lo que en su momento disfrutaron las donas de Krispy Kreme y los Bisquets Obregón, el I-Hop, pero antes también muchos otros lugares; con el primer Starbucks sucedió lo mismo.
Recuerdo de niño el arribo a la metrópoli del pollo Kentucky, la locura de las Frutaletas, las filas en el Lulu Bells, esperar mesa en el Jack and Ray y tantos otros más. Vamos y después en su inmensa mayoría nos olvidamos de ellos y es que no acudimos por el sabor o el precio, simplemente estamos ahí por novedosos y para que nadie nos sorprenda con “¿ya fuiste?” y tener que aceptar que no.
Mira que hacer horas de fila para comprar un café.
Pocos pueden presumir que con el pasar del tiempo sus filas se mantienen, a bote-pronto recuerdo dos: la Taquería Juárez en el centro y la fila de cualquier tortillería antes del mediodía, ahí no hay falla, la haces porque la haces y ni siquiera presumes con una selfie, simplemente te resignas y esperas pacientemente a que te atiendan.
Como dice la vieja canción: “Esperaré a que te pongas más barata…” o menos llena, pero dudo mucho que pueda superar al sabor, aroma, cuerpo, consistencia y demás de muchos que ya se sirven en Monterrey.
Novedosos, somos novedosos y también presumidos.