“La mayoría de las personas prefieren confesar los pecados de los demás”
Graham Greene
No puedo dejar de sorprenderme al ver la actitud de muchos que se tiran al suelo, se rasgan las vestiduras y se escandalizan ante la posibilidad de que Margarita Arellanes sea considerada por el Partido del Trabajo para postularla para ser candidata a una Senaduría.
¿Cuestionada y enfrentando un proceso? Sí, pero hasta el momento inocente de la acusación en su contra, por lo cual está en todo su derecho de votar y ser votada; fuera del PAN por decisión propia o porque la expulsaron, vaya usted a saber, pero a fin de cuentas propuesta por otros partidos. ¿Es válido? ¡Claro que sí!
Lo que me extraña es que esas mismas voces que con furia se oponen a ver a la exalcaldesa como candidata, no se pronuncien ante la posibilidad de que otros personajes igualmente cuestionados en el pasado puedan ocupar un espacio en las boletas comiciales.
Jesús María Elizondo, Adalberto Madero y Dionisio Herrera en su momento fueron cuestionados y enfrentaron escándalos en su paso por las alcaldías de Monterrey y Santa Catarina, inocentes ante la ley como lo es hasta el momento Margarita, buscan candidaturas y nadie dice nada.
¿Cuál es la diferencia?
La única razón que puedo encontrar es el hecho de que lo de Margarita es más reciente, porque nadie puede decir que las acusaciones contra unos y otros son mayores o menores en términos económicos o de gravedad de presuntos ilícitos.
Se olvidan esos críticos que a final de cuentas el juicio más importante lo tienen los electores que con su voto deciden quién obtiene el triunfo electoral. ¿Será que su sola opinión será suficiente para incidir en el ánimo de los electores? ¿O será tanto el miedo que le tienen a Margarita que prefieren olvidarse de colores y echarle montón ante la posibilidad de que les vuelva a derrotar en las urnas?
Como dicen en el rancho: “Lo que es parejo, no es chipotudo”.