“No creas conveniente actuar ocultando pruebas,
pues las pruebas terminan por salir a la luz”
Bertrand Russell
Y de pronto se hizo la luz y aparecen por doquier los salvadores de la democracia que valientemente denuncian la falta de claridad en los procesos internos de selección de candidatos en los partidos y que junto con su denuncia interponen su renuncia, para mágicamente convertirse en abanderados de otros partidos.
Bonita cosa.
Ni son demócratas y mucho menos son valientes; lo que menos les interesa es el partido porque estaban ahí esperando ser candidatos y cuando no lo fueron buscaron la salida “como las chachas incumplidas”, por la puerta de atrás, huyendo y aventando el arpa.
Exacta y justamente, en el mismo nivel de su prostitución, se ubican los partidos que los reciben y promueven, a los que poco les importan los nombres o las personas, mucho menos las ideologías, además de que no se dan cuenta de que tarde o temprano les harán lo mismo y los mandarán a volar.
No son políticos ni les interesa el servicio público y el beneficio de la sociedad, quieren ser candidatos porque están hambrientos de poder, porque ven los puestos públicos no como un medio sino como un fin, porque la única democracia que reconocen es la que les beneficia a ellos.
Parecen plaga y de ver a tantos ya pareciera que es normal, pero no es así, porque cada partido les debe de brindar un aval moral, una ideología y una plataforma ideológica con la que los votantes pueden puedan identificarse.
¿Valientes? No, convenencieros en todo caso. Remedo de políticos carentes de convicciones y creencias, impresentables a los que no les importan los medios con tal de conseguir sus fines, descarados a los que no les importa desnudar sus oscuras y verdaderas intenciones, aunque eso sí, como gran final de fiesta les encanta lucirse denunciando a lo que dejan detrás, así sea mil veces más limpio que ellos mismos.