“El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor”
Confucio
Mal inicia Felipe de Jesús Cantú su campaña para retornar a la alcaldía de Monterrey cuando al enterarse que el actual presidente municipal, Adrián de la Garza, buscará la reelección y su reacción es pedir que comparen una administración y la otra.
¿El mismo cargo en la misma ciudad?, sí, pero en muy diferentes tiempos y circunstancias y así es imposible intentar realizar comparaciones.
Pero mucho más allá que dedicar sus primeros esfuerzos en hablar mal de su rival en lugar de promover sus virtudes, Felipe debería empezar por comprender qué fue lo que le ocurrió hace tres años cuando protagonizó una de las peores campañas por la gubernatura que haya tenido el PAN en los últimos tiempos.
Si de verdad quiere dar la batalla y tiene como objetivo el triunfo electoral, Cantú Rodríguez está obligado a cambiar, primero él en su persona, en su concepto, dinámica y principalmente en su estrategia de campaña. Presuroso como ninguno, desde el primer día mandó colocar anuncios espectaculares con su foto por toda la ciudad, ¿es que requiere de reconocimiento o lo que realmente quiere el electorado son propuestas y soluciones?
Felipe tiene que aprender dos cosas: primero a cuidarse de su entorno y del séquito de “iluminados” que lo acompañaron en su anterior aventura y, dos, requiere saber escuchar, atender consejos y tomar decisiones correctas, no estar dando golpes de timón a cada paso, para una vez delineado el rumbo enfilarse a él con determinación y entusiasmo, apostando con valor y entrega.
Las comparaciones son odiosas y nunca han sido buenas. Lo que el panista pide es tanto como comparar aguacates con papayas.
Felipe tiene que dejar de hacer lo mismo esperando resultados diferentes, porque de otra manera bien pueden quedarse sus contendientes sentados sin hacer campañas, porque será el propio Cantú quien se encargue de cerrar su ataúd político.