“Cuando se trata de dinero todos somos de la misma religión”
Voltaire
Todos lo sabemos desde hace tiempo, pero no teníamos clara en su exacta dimensión el tamaño del hoyo que nos han causado los partidos “chiquitos”.
No hablo en términos de democracia, porque ni existen ni hacen mella, juntos no endulzan un café, pero en términos económicos sí que terminan haciendo un enorme boquete de más de dos mil millones de pesos durante los últimos 30 años, según la investigación de El Universal.
Y eso hablando sólo de partidos con registro a nivel nacional, porque a nivel local no curten tan mal las vaquetas.
Lo grave del caso es que la mayor parte de esos dos mil millones de pesos simplemente “desaparecieron” por errores de fiscalización, por lagunas en la ley, porque no se estilaba la transparencia, porque se lo robaron, así con todas sus letras, se lo robaron los dirigentes que al extinguirse el partido no devolvieron nada y ese dinero, lamento decirlo, era de los mexicanos.
Y volvemos a la premisa básica, a la que aparece con demasiada frecuencia: ¿será necesario que los partidos políticos cuenten con financiamiento público? ¿Por qué no mejor hacer que vivan de sus propios esfuerzos y de las cuotas que aporte su militancia con rigurosos mecanismos para transparentar sus ingresos y gastos para evitar se financien con dinero malhabido?
Debemos aceptarlo, la mayoría de esos institutos políticos no han sido otra cosa que un negocio particular, como lo siguen siendo algunos de los “medianos” con sus dueños disfrazados de eternos dirigentes.
La democracia nos cuesta demasiado cara si la medimos en función de su utilidad práctica y sus resultados. Si la productividad (número de votos recibidos) es tan baja, la producción nos cuesta mucho y en términos empresariales habría que hacer algo para mejorar los procesos, pero solapados unos con otros, partidos y autoridades electorales se cubren con su manto y hacen como que no ven lo obvio.
No basta con ciudadanizar los organismos electorales o transparentar el gasto de los partidos, hay que atacar los problemas de raíz, cerrar el paso a los rateros, exigir resultados y conseguir que los partidos políticos sean autosustentables.
No es posible creer en un discurso de honestidad, transparencia y rendición de cuentas, cuando ninguno de ellos, autoridades y partidos, no predican con el ejemplo y la mejor muestra de ello son los miles de millones de pesos tirados a los partiditos sin que nadie haya dicho o hecho nada.