“Ven la tempestad y no se hincan”
Refrán popular
Extraño, pero sobre todo ilógico, el proceder del PAN en Nuevo León que desde hace un par de semanas ha amenazando con iniciar una cacería de brujas a su interior al solicitar a la Comisión de Orden Nacional la expulsión de muchos militantes acusados de apoyar otras campañas en las pasadas elecciones.
No comprendo el por qué esperar hasta que les consumaran la presunta traición para proceder, sobre todo si desde tiempos de campaña lo sabían; y si ya no estaban, ¿cuál es la satisfacción de expulsarles del partido, para qué sirve?
Hay algo más que obvio, la desunión, los pleitos y la división en el albiazul han pasado factura, provocando que perdiesen San Pedro y que tengan en un hilo los triunfos de Monterrey y Guadalupe; son mayoría en el Congreso, pero por muy poco. Hoy están más peleados que nunca.
Mientras Damián Zepeda, el líder nacional blanquiazul afirma en un comunicado: “Que no quede ninguna duda: de la mano de nuestros simpatizantes y militantes, y con el diálogo interno como nuestra principal herramienta, definiremos el plan de acción con el cual recuperaremos la confianza de la ciudadanía”, aquí la dirigencia anda guadaña en mano amenazando a todos.
No se dan cuenta de que ha sido esa actitud represiva la que ha generado inconformidad, que ha sido el avasallaje, el no aceptar la disidencia, el pretender controlarlo todo y fundamentalmente el no escuchar a la militancia lo que ha provocado su debacle, y aun así persisten en mantener esas prácticas.
La persecución es un plan con maña que busca pavimentar el camino para facilitar la continuidad en la elección de la próxima dirigencia, echar fuera a los incómodos y a quienes buscan un cambio en el PAN, ni justicia ni verdad, de nuevo el beneficio de unos cuantos por encima de la institución y la sociedad.
No aprendieron la lección, siguen tercos pretendiéndose intocables, insustituibles e inmortales. No se dan cuenta de que ya les dieron la espalda una vez y que si siguen tirando del cordel terminará por reventarse.
Ven la tempestad y no se hincan.
