“Cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”
Cardenal de Retz
Extraño es el poder que envilece a los hombres.
Por más que intento, no alcanzo a comprender cómo es que Mauro Guerra, el líder del PAN en Nuevo León que llevó al blanquiazul a la más sonada derrota electoral de los últimos tiempos en los pasados comicios, tiene ánimos y arrestos para pretender reelegirse en el cargo después de lo ocurrido.
Dirá que ganaron la mayoría en el Congreso, sí, pero una mayoría simple, una mayoría con resultados muy cerrados entre otras opciones que les hicieron perder secciones electorales que históricamente eran del PAN.
Alegará que ganaron Monterrey y Guadalupe y se los quitaron en la mesa, puede ser, pero el hecho es lo que cuenta y hasta ahorita los tiene perdidos.
En estos casos Guerra no podrá decir que el triunfo se debió a la estrategia y apoyo del Comité Estatal, porque lo que se ganó fue por el esfuerzo de los propios candidatos y lo que se perdió fue, en buena medida, por el desinterés por defender la marca y colores del blanquiazul.
Perdió San Pedro, la “Joya de la Corona” y no hizo nada para evitarlo.
De ser una opción fuerte, ganadora, sólida, hoy no son ni la sombra. Y sin embargo quiere mantenerse en el cargo un periodo más.
¿Para qué?
¿Cómo insistir cuando, esos sí, pudo ganar los puestos para los que se postularon él y sus familiares y dejó de lado a la mayoría de los contendientes?
Dadas las formas y métodos puede que Mauro gane la elección y se mantenga como dirigente del PAN en Nuevo León; ganará esa contienda, pero solo esa, porque si sigue ahí dentro de tres años la debacle será peor, mucho peor y entonces sí no les quedará nada de nada.
¿Con qué objeto?