“Concede a tu espíritu el hábito de la duda, y a tu corazón, el de la tolerancia”
Georg Christoph Lichtenberg
En nada ayuda la descalificación del Presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, sobre las críticas a la consulta ciudadana sobre el nuevo aeropuerto en Texcoco.
Generalizar diciendo que quienes señalan los errores son corruptos es una simpleza que ubica en un alto nivel de intolerancia al próximo mandatario.
Porque las fallas y errores en la implementación de la consulta están ahí y han sido documentadas, porque son una realidad y la negación no las desaparece o invalida.
Lo deseable sería elevar el nivel de miras, aceptar el error y repararlo de inmediato implementando un control de daños, solventando los problemas y arreglando los errores, pero nunca, nunca, criticando a los críticos, que están en su derecho de señalar los defectos o simplemente realizar su trabajo.
Pero meterlos a todos en el mismo costal es una simpleza, un descrédito sin sustento que sólo busca “borrarlos” sin mayor explicación.
El aeropuerto se ha convertido en un tema toral de la agenda porque el próximo presidente así lo ha colocado y porque ha impulsado una consulta pública, de manera que la decisión conlleva el responsabilizarse de la implementación de la misma y de que los resultados serán un reflejo fiel del sentir de los mexicanos.
De otra manera el ejercicio se convertirá en una simulación en medio de un bastante cuestionado contexto, en tiempos en los que la transparencia y la tolerancia deben ser la constante en México.