“Pocos sospechan al percibir la primera fisura en una pieza de
porcelana que esa delgada línea basta para hacerla estallar”.
Nuria Barrios
En el reto permanente del gobierno y de Morena de no ser ni parecerse a los partidos de antaño, en nada ayuda la obediencia ciega de la dirigencia a una “sugerencia” hecha por el Presidente sobre la manera de renovar sus liderazgos.
Cambiar el método aprobado de elección directa por delegados a una encuesta, lejos de proyectar certidumbre y confianza en la ciudadanía, los hace parecerse -y mucho- a lo que tanto critican de los partidos del pasado.
¿No hubiese sido una muestra de independencia el aceptar como lo fue, una simple sugerencia, el método propuesto por el Presidente y mantenerse firmes en el acuerdo de una elección de delegados mucho más sano?
Ni le ayudan a Andrés Manuel y mucho menos se ayudan como partido, porque al acatar la propuesta lo terminan ubicando como lo que no quiere ser: “El Primer Morenista de México”.
Lo peor es que aún no enmiendan la plana (tendrán que redactar un adendum al acuerdo inicial) y ya mi admirada Yeidckol empieza a justificarse.
Dice que el método ya está decidido, pero no nos cuenta quién, ni cuándo, ni cómo lo definieron.
Dice que contratarán a una sola encuestadora por cuestiones de presupuesto (van a quedarse con el 25% de las prerrogativas), pero eso en nada abona a la certidumbre y confianza porque con una sola casa encuestadora es más sencillo ponerse de acuerdo que con dos o tres, ¿o no? ¿Qué vale más, la transparencia y confianza en el proceso o el dinero?
El reto, hoy por hoy, es hacer de la elección de la dirigencia de Morena una elección clara, limpia, transparente y confiable. Peleados como están, parece casi imposible.
Pero hoy han perdido una oportunidad única de desmarcarse de la figura presidencial y ayudar así al hombre que les dio vida, al mismo tiempo de mostrar independencia y fortaleza.
La línea, digan lo que digan, sigue siendo la línea.