“Es el porvenir quien debe imperar sobre el pretérito, y de él
recibimos la orden para nuestra conducta frente a cuanto fue”
José Ortega y Gasset
Va, se la compro.
Desde tiempos inmemoriales el Penal del Topo Chico está rebasado en capacidad y tecnología; en una cárcel que ha crecido a chipotes y pegazones, a remedios y artilugios.
De poco valieron los penales de Apodaca y Cadereyta, el problema sigue ahí y no ha sido resuelto y la prueba más palpable de ello es la reciente masacre de reos.
El nuevo centro penitenciario en Mina no es un lujo, sino una necesidad, como lo es la Línea 3 del Metro, pero en ambos casos los planes se quedaron en eso, en el papel, en un simple arranque que de nada sirve; así como las columnas del Metro sólo son un adorno al no contar con los vagones del sistema, en el caso de la cárcel de Mina de nada sirve la barda perimetral sin haber colocado un solo block en la construcción.
Sí, es necesario encontrar un mecanismo que nos permita tener a la brevedad ese centro penitenciario, pero esto será algo que tardará varios años y mientras tanto tenemos un gravísimo problema que nos afecta a todos.
Construir el penal en Mina será la gran solución y la propuesta financiera de fondear con los terrenos del Topo Chico suena adecuada, sin embargo eso no resuelve la sobrepoblación, el déficit de custodios, la corrupción y el control al interior de los grupos delictivos.
Conseguir los recursos y empezar a construir el Penal de Mina no mejora los derechos humanos de los internos ni actualiza en materia de tecnología a las vetustas instalaciones de la vieja cárcel del Topo Chico.
No se puede empezar a contar por el dos sin haber pasado por el uno.
Porque por muy moderno, funcional y amplio que sea el nuevo Penal, requerirá de un número importante de custodios que no tenemos y sobre todo de la capacidad de imponer orden y reglas en su interior que hoy por hoy, digan lo que digan, no existen.
Se requiere trabajar en los dos frentes, pero mucho más importante que avanzar en la construcción del nuevo centro penal es el resolver los problemas de fondo del Topo Chico que son los mismos que prevalecen en Apodaca y Cadereyta.
La bomba de tiempo sigue ahí y puede explotar en cualquier minuto. No son válidos los argumentos de la falta de recursos y las herencias del pasado, como no es válido el silencio del Secretario de Seguridad y el Procurador; hay cosas que no requieren de tanta inversión, sino de acción y esa, a pesar de lo sucedido, aún no se ve.
Se requiere priorizar y empezar una profunda transformación del sistema penitenciario en el Estado, con métodos, procedimientos, procesos, acciones, responsabilidades definidas y con un equipo completo de celadores, custodios, guardias, pero también médicos, sicólogos, profesores y demás, que cambien esas universidades del crimen por verdaderos centros de readaptación social.
Sí, necesitamos el Penal de Mina, pero antes de ello es prioritario resolver los verdaderos problemas.