“Quien se enfada por las críticas, reconoce que las tenía merecidas”
Tácito
Emulando a la peor de sus pesadillas, Carlos Salinas de Gortari, cuando les decía a los perredistas “ni los veo, ni los oigo”, desde hace tiempo hay en Nuevo León políticos y funcionarios públicos que ante la crítica o los señalamientos de los medios actúan como los avestruces, escondiendo la cabeza.
Y lo peor es que en esta visión disfrazada de estrategia los acompañan encargados de prensa (que no comunicadores), que lejos de actuar como verdaderos profesionales se comportan como “cuida-chambas”, obedeciendo sin chistar a sus jefes, que optan por la tranquilidad del momento, sin darse cuenta de que a la larga perjudican más a quien se supone deben cuidar y se perjudican ellos mismos.
Tanto los políticos-funcionarios, como sus encargados de comunicación, saben que están en el error, pero prefieren creerse el cuento de “eso nadie lo lee” y dejar pasar las rolas, echar el polvo debajo de la alfombra y seguir adelante como si nada, Tarde o temprano se les hará un cerro de tierra y ya no lo podrán negar.
Una alerta temprana es como un diagnóstico a tiempo en una enfermedad. Atenderlo sin demora puede evitar complicaciones, pero no lo ven así y se sienten poseedores absolutos de la verdad y la razón.
Lo peor es que este fenómeno de moda no es privativo del gobierno independiente o de algún partido político, es un mal que crece como la mala yerba y que nos dibuja de una pieza la estrechez mental de la clase gobernante y de los políticos de la nueva era.
Lo natural sería, si es que realmente están en lo correcto, que refutaran, invocaran su derecho de réplica, buscaran aclarar las cosas, pero no, ellos son inalcanzables en el olimpo y no tienen por qué tomarse la molestia de responder a las críticas. Y los encargados de prensa, sumisos, callados y agachones, prefieren seguir cobrando la quincena a decirles la verdad y hacerles ver que eso que hoy minimizan se puede convertir el día de mañana en la tumba.
“Ni los ven, ni los oyen”, como si con la simple negación desaparecieran las cosas, como si nadie se enterara, como si con hacerse los desentendidos los problemas desaparecieran.
Es una pena, porque en el fondo lo que queda en claro es una actitud de la clase política y gobernante hacia la sociedad, los medios de comunicación y los periodistas.
Se sienten bordados a mano y no son más que avestruces.