“Cada aspecto de la cultura occidental necesita un nuevo código ético
-una ética racional- como condición previa para el renacimiento”
Ayn Rand
De nueva cuenta la sociedad regiomontana enfrenta el dilema ético de una persona que roba “poquito” y es apresada. Otra vez, como en aquella ocasión en la que un hombre hurtó un kilo de barbacoa, muchos se desgarran las vestiduras y comparan el latrocinio con los millones que han sustraído los políticos del erario.
Porque en aquella anecdótica ocasión el hombre robaba comida para sus hijos, pero en el caso que hoy nos ocupa se trata de un supuesto indígena náhuatl, de 29 años, que robó tres desodorantes de una farmacia, ¿tres desodorantes, como para qué?
Y ya saltó a la palestra la heroína presidenta de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos, Sofía Velasco, para defender al acusado y decir que movilizará todos los recursos de la dependencia y más para indagar el asunto.
¿Es que es en serio?
Leía ayer por la mañana a otra pluscuanperfecta de la escena local que de todo opina y de todo sabe, que aseguraba que el delito no ameritaba cárcel como en el caso de los ex funcionarios acusados por desviar recursos estatales.
Habría que explicarle a la dama de nombre extranjero que existe una “pequeña” diferencia: al ratero de los desodorantes lo detuvieron en flagrancia y a los funcionarios públicos acusados no; el ex servidores públicos han sido acusados, más no han sido sentenciados y eso marca una enorme diferencia.
“Layín”, el alcalde de San Blas, confeso de haber robado “poquito”, sigue ahí y aspira a la gubernatura de su Estado, ¿es correcto?
Pueden darse atenuantes, es verdad, pero el hecho sigue siendo el mismo, robar un peso es el mismo hecho que robar un millón, aunque exista una enorme diferencia.
No puedo entender el uso que el ladrón náhuatl le daría a tres desodorantes, como no fuese revenderlos, pero siendo honestos como que no hay mercado para ir a una tienda a empeñarlos, de suerte tal que se trata de un vulgar ladrón al que hay que castigar por eso.
No defiendo a los ex funcionarios, que conste, pero me parece un exceso tanto de la Presidenta de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos como de la vocera de la ONG su descarada simplicidad y su absurda manera de subirse a un tema, porque dejan ver su desconocimiento y a la vez, su ligereza para abordar los temas.
Hay muchas otras personas que requieren de la ayuda de los Derechos Humanos, muchísimas víctimas que no reciben justicia, muchos casos que requieren de su atención y no únicamente aquel de un hombre que se roba tres desodorantes y al que quieren hacer ver como víctima, cuando en realidad es un simple ratero.