“Vuelve al cabaret, no me importa ya tu suerte,
ya no quiero mas, volverte a encontrar ni verte”
“Luces de Nueva York
No la más artística, pero sí una de las más rentables económicamente hablando, fue la época de las ficheras en el cine nacional. Ahí tramas sin mucho fondo, escenificadas por cómicos y mujeres de cuerpos esculturales que se desnudaban con o sin pretexto, eran la base para hacer un filme que era un golpanazo en taquilla.
Buena parte de esas cintas retrataba la vida de “las ficheras”, mujeres que se ganaban la vida acompañando parroquianos de bares, bebiendo bebidas casi siempre rebajadas e incitando a los incautos a consumir, además de bailar con ellos. Por cada copa o baile una ficha y al final del turno a cambiar sus fichas por dinero, por lo que alguien con dinero podía invitar a cualquiera de las ficheras disponibles a departir a su mesa y ellas tenían que acceder, se vendían por “la ficha”.
Así están más o menos nuestros políticos locales, terminan siendo “ficheras” de un partido o un grupo, a pesar de sus infames discursos.
Así, el inefable Eugenio Montiel cambió sus promesas por el gusto de ser “coordinador” de la fracción “independiente”, aunque la independencia ahora se vista de “Morena”, pero en el fondo se trató de un movimiento orquestado para beneficiar al PRI.
Igual Jorge Blanco, que llegó al Congreso por Movimiento Ciudadano para convertirse en independiente, pero se sostuvo en la bancada sólo hasta que Karina Barrón se convirtió en presidenta del Legislativo para, ahora avisarnos que se ha convertido a la religión del PRD.
Y Karina, la que consiguió la candidatura panista con un chanchullo para tan pronto llegar renunciar al albiazul, partido del que nunca se fue, porque sigue bien adentro ahora apoyando a Moreno Valle.
Fichera resultó también Gabriel Tláloc Cantú, como fichera es Daniel Torres que dice es “independiente” pero en el fondo sigue ligado al PRI, partido que les dio a ambos todo lo que han sido y son.
¿Me pagas? Te acompaño, nos tomamos una copa, platicamos y como la canción de “La Mesera” que decía: “pero si traes dinerito hasta una polka bailamos”.
El proceder de nuestros políticos no dista mucho del de las meretrices que cambian caricias por dinero, aunque aquí cambian favores, posiciones y candidaturas por decir y que fingir que están dentro de un partido o que de plano no tienen, aunque en el fondo lo que no tienen son principios.