“No pretendas apagar con fuego un incendio,
ni remediar con agua una inundación”
Confucio
Aún no llegan al poder y ya los integrantes de Morena en Nuevo León caen en las prácticas que criticaban y que utilizaron como estandarte en campaña; aún no tienen el pastel y ya se lo están arrebatando.
Aunque diputados electos al fin, existe una enorme diferencia entre haber ganado la elección por méritos propios y el haber sido beneficiados por el efecto AMLO en los comicios, de manera que su nuevo puesto se lo deben al partido al cual deberían estar agradecidos.
Celia Alonso Rodríguez, Julia Espinoza de los Monteros y Luis Armando Torres Hernández, junto con el Secretario de Organización del partido en Nuevo León, Ramiro Alvarado Beltrán, quisieron probar la resistencia del cordel que los une a “su partido” y por la libre declararon que propondrán que desde el gobernador, pasando por diputados y alcaldes, reduzcan un 50 por ciento sus salarios.
Buena, mala o regular, la nota encontró de inmediato respuesta en la dirigencia estatal de su propio partido que la desautorizó desacreditando a los voceros al decir que no estaban facultados para tomar esas decisiones.
Vuelve entonces la pregunta de siempre, ¿son representantes de la ciudadanía de Nuevo León o de su partido?
Queda demostrado que el poder enferma a las personas y lo que sucedió ayer no es más que un intento de golpe de estado o cuando menos una “caladita” a la dirigencia para negociar quién será el coordinador de la bancada en el Congreso. Lo grave es que un integrante de la dirigencia estatal promovió el hecho.
Y es una pena, porque sin haber siquiera llegado a ocupar sus puestos, ya los morenistas se están peleado entre ellos mismos por el control.
Lo deseable sería que antepusieran el interés de los ciudadanos por encima de sus pleitos personales. Lo lógico, que pensaran a futuro fortaleciendo a su partido y entiendo que para todos habrá, si saben conducirse con inteligencia, humildad, respeto y comprendiendo que el liderazgo se gana, no se impone avasallando.