“Los científicos se esfuerzan por hacer posible lo imposible.
Los políticos por hacer lo posible imposible”
Bertrand Russell
Pareciera increíble. Conforme más avanzan los métodos, sistemas y procedimientos de control para evitar los actos de corrupción en los gobiernos, más nos enteramos de delitos cometidos por servidores públicos y, lo que es aún peor, de montos nunca antes imaginables.
Resulta que entonces la transparencia, la rendición de cuentas, las declaraciones 3 de 3 y todos esos rollos no han servido, por lo menos de disuasivos, para que muchos políticos no cedan a la tentación de enriquecerse ilícitamente.
¿Será que antes robaban igual o peor y no nos dábamos cuenta? La verdad no lo creo, porque como bien reza el refrán, el dinero es una de esas cosas que no se pueden esconder.
Enormes han sido los esfuerzos de la sociedad por clarificar y transparentar el uso de los recursos, por contener la ola de corrupción que desde hace años nos inunda y que se ha convertido en un verdadero tsunami que no respeta niveles, cargos, posiciones, partidos o colores, creencias o religiones, pareciera que la excepción de la regla es el servidor público honrado.
Y el que llega le tira tierra al de antes y le dedica enormes esfuerzos a demostrar sus raterías, como también muchos recursos más (en ocasiones más de lo desviado) con tal de demostrar su culpabilidad e intentar meterlo a la cárcel, de tal suerte que deberíamos empezar a cuestionar si no nos sale más caro el caldo que las albóndigas.
Más contralorías, más comités, más participación ciudadana, más vigilancia, más auditorías, más revisiones y a cada paso nos enteramos de más grandes desfalcos y más formas creativas de sustraer los dineros públicos.
¿Cuándo vamos a parar?
A veces pienso que estábamos mejor antes.