“Es propio de hombres de cabezas medianas
embestir contra todo aquello que no les cabe en la cabeza”
Antonio Machado
Me aterra el pensar que pudiese tratarse de un juego premeditado que buscaría polarizar a la población con un oscuro propósito.
Leo los argumentos “oficiales” de los involucrados y me asombro (pensé que había perdido esa capacidad) ante la facilidad de decir mentiras, de inventar historias, de justificar posturas, sin recato, sin vergüenza.
Me sonrojo (sorprendiéndome aún más porque eso también pensé que no sucedería más) al notar como “periodistas” y medios “se cantean” para el lado de la conveniencia personal que no es otra que la económica.
Me enfada el toparme con algunos “camaleones” que hace un año no se cansaban de burlarse del entonces candidato independiente halagando a la aspirante del PRI y desde que “El Bronco” se hizo gobernador mudaron de piel, como las víboras, dejando el zurrón tirado como prueba fehaciente de su desvergüenza, para convertirse en los más acérrimos “defensores” del nuevo gobierno.
Me lleno de tristeza al leer los comentarios y opiniones de ciudadanos, plagados de odio y rencor contra quienes no comparten sus puntos de vista, llenos de ataques personales, adjetivos e insultos; pareciera que no hay espacio para la argumentación y que todo se trata de una competencia de mentadas de madre.
Tanta intolerancia no puede, no debe ser. Tenemos que volver a lo básico y delimitar un mínimo de respeto para convivir.
Todos esos que se desgarran las vestiduras y que agreden a los que no comparten su opinión, deberían entender que echar porras o mentadas no provocará que las cosas sucedan o dejen de ocurrir y que la solución a los problemas no está en el fanatismo extremo que hoy padecemos, hacia uno y otro lado, como tampoco está en la mentira disfrazada de verdad de algunos que no deberían llamarse “periodistas”.
Tolerancia y respeto, discutir con pasión pero sin pelear, sin agredir ni insultar; llamar a las cosas por su nombre, pero sin ofender a los demás.
¿Será posible?