“No todo lo que brilla es oro”
Dicho popular
La propuesta de Fernando Elizondo de que se apliquen pruebas psicométricas a los candidatos suena bien, pero es absolutamente inviable.
A pesar de que los aspirantes quieran mentir para quedar bien y esconder sus defectos, el test está diseñado para dibujar el perfil de las personas que a él se someten, sin embargo y aunque se trate de cuestiones parecidas, una cosa es una prueba para un puesto de trabajo y otra para un cargo público.
Porque no lo aceptarán, porque difícilmente habrá una institución que se arriesgue a aplicarlo, no porque no tengan el conocimiento, sino porque al dar a conocer los resultados correrán enormes riesgos de que llegue al poder un político al que no le haya ido bien en la prueba y entonces sí, la venganza no se dejará esperar; y, finalmente, porque habría que ver cómo y dónde se dan a conocer esos resultados.
Las nuevas reglas de campaña hacen de los procesos una montaña rusa que viaja a toda velocidad, con un estresante ritmo y sin pausas. Un mecanismo como el que propone Elizondo insisto, suena ideal, pero no hay tiempo; existen otras formas de conocerlos, porque la campaña se trata de eso, de intuir cómo son, verlos bajo presión, escucharlos confrontar ideas y hacer política, pero no siempre ocurre así.
Lejos de ser despliegues para mostrar ideas, propuestas y soluciones, las campañas de nuestro tiempo son competencias para ver quién resulta el menos peor; guerras de lodo en las que todo se vale y se destrozan sin piedad partidos y candidatos.
Para realmente conocer a quienes aspiran a un cargo público deberíamos tener campañas más largas, pero ojo, menos costosas, más vigiladas en la utilización de los recursos financieros y, lo que es imposible: más creativas.
Fernando deja una idea que no pasa de ser una buena intención; se agradece, pero no servirá de nada ante las nuevas tecnologías, las redes sociales y los medios masivos.
La lucha está en otro lugar.