“El hombre que se ríe de todo es que todo lo desprecia.
La mujer que se ríe de todo es que sabe
que tiene una dentadura bonita”
Enrique Jardiel Poncela
Uno de los recursos más socorridos por los consultores y asesores en comunicación en caso de una crisis es la risa, reírse hasta de sí mismo casi siempre funciona, pero hay sus excepciones y entonces la comedia se convierte en tragedia.
Desconozco si al diputado Gabriel Tláloc Cantú le recomendaron que se hiciera el simpático ante los medios luego de que “lo torcieron” viendo fotos de la Poli-Sexy de Escobedo en su celular en plena sesión del Congreso, pero si así fue debería de reclamarle a quien tuvo tan brillante idea.
Por principio Tláloc debería reclamarle a Édgar Romo, el excoordinador de los tricolores en el Congreso estatal, porque las mamparas que pusieron para supuestamente impedir que desde la galería se pudiesen ver los documentos o lo que los legisladores ven en sus teléfonos y tablets, no sirvió para un carajo, y mira que las cobraron bien caras.
Es evidente el descontrol del diputado Cantú cuando por una parte dice que le hicieron Photoshop, luego se ríe, después asegura que le tendieron una trampa, total que da uno y mil bandazos tratando de justificarse.
En términos boxísticos a Tláloc “le faltó esquina”, alguien que lo orientara y le diese un buen consejo, que le dijera cómo salir del entuerto en el que involuntariamente se metió al estar curioseando en plena sesión cuando se supone le pagan por atender los asuntos relevantes para los nuevoleoneses.
Dice también el manual: “Haz de cada crisis una oportunidad”, pero no una oportunidad para sumirte más en el pozo como lo hizo el diputado, una oportunidad para relanzarte y la verdad esa infantil explicación de que “estaba estudiando los motivos de la deserción de elementos de la policía” más que a la risa, mueve a la pena.
Si le sirve para paliar sus dolores, debe saber el legislador que para su fortuna hay muchos en el Congreso del Estado que están igual o peor que él, sin embargo es necesario también recordarle aquello de: “mal de muchos, consuelo de tontos”.
