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13/06/2017

No inventen

“Ninguna cosa despierta tanto el bullicio del pueblo como la novedad”
Francisco de Quevedo

Alguna vez deambulando por las cercanías del Congreso Nacional de Honduras, me entretenía viendo las marañas de cables que colgaban en el aire de viejos postes de madera en una cantidad tal que cual enredaderas parecía llegaría el momento en que no dejarían pasar la luz.

Era el centro histórico de Tegucigalpa, la parte antigua y pensé se trataba de los resabios de una larga pobreza de una capital que ha crecido, como casi todas las ciudades de Latinoamérica, a golpe de improvisación, de caprichos de gobiernos y gobernantes y casi nunca adaptadas a una planeación estratégica.

No recordaba cómo eran muchos sitios del “moderno” Monterrey. Me tocó vivir de joven en el Contry, uno de los primeros lugares en los que se introdujo el cableado subterráneo lo que era una maravilla, pero que había que sufrir con cada lluvia, por pequeña que fuese, porque los ductos se inundaban.

Al circular por muchos lugares de nuestra metrópoli te das cuenta de que no estamos tan alejados de Tegucigalpa y su viejo centro y cuando te aproximas a los cinturones de pobreza aquellas telarañas de cables se multiplican de miles y miles de “colgados” que tiran cable por doquier.

Hoy la discusión de nuestra urbe se centra en “exigir” que los cables sean retirados del aire para “evitar accidentes” como los que recientemente se han dado, pero los promotores de esta genial idea no se detienen a pensar que carecemos de un sistema de conducción de aguas eficiente y que con la nada nos inundamos.

Hace pocos años instalé una oficina en el Barrio Antiguo, un lugar en donde al decretarlo como patrimonio y empedrar algunas de sus calles decidieron entubar los cables para limpiar el paisaje, lo cual parecía una extraordinaria idea, pero terminó siendo una maldición, porque el “embellecimiento” terminó por sentenciar a la zona a permanecer estática y sin los beneficios de la modernidad.

No más televisión por cable, no más telefonía digital, no más internet, lo que metieron en su momento en aquellas tuberías es lo único y es que se tiene prohibido perforar las calles. ¿Cuál beneficio?

Déjense de cuentos e historias. De nada servirá enterrar bajo el pavimento los cables si antes no se resuelve el gravísimo problema del drenaje; sí, todo se verá más bonito y ya los camiones no se llevarán colgando los cables, pero de poco servirá porque con las primeras lluvias todo colapsará y entonces sí, ni electricidad, ni telefonía, ni internet, ni televisión de paga, ni nada de nada, porque nos quedaremos aislados del mundo.

Las cosas tienen un orden y un por qué y es que a fuerza de hacer las cosas al revés, es que terminamos haciendo nada.

¡Ya no inventen por favor!

ftijerin@rtvnews.com