“¿Cuántas veces tienen que pasar las cosas
para ponerles atención de verdad?
Yomero
No han pasado once meses de aquella mañana en la que un jovencito en pleno salón de clase asesinó a una de sus maestras, lesionó a tres compañeros y finalmente se suicidó con una pistola calibre 22 y hoy, de nueva cuenta, un alumno también de secundaria, también en su salón, también con una pistola .22, se pegó un tiro en la cabeza.
La realidad se encarga de demostrarnos que somos una sociedad de mente bastante corta, frívola, olvidadiza y nada exigente.
Durante los primeros días y semanas luego de los hechos sucedidos en el Colegio Americano del Noreste, grupos, organizaciones, partidos y demás, exigían acciones concretas y respuestas; se pusieron de moda las mochilas transparentes y los operativos, hubo quienes estuvieron a favor y quienes rechazaban las medidas, pero el tema era un clamor conjunto.
A menos de un año de distancia se repite una parte de la historia, esta vez con sólo una víctima, el propio pistolero que decidió suicidarse, pero es exactamente igual de triste, pero también igual de peligroso porque bien pudo atentar contra sus compañeros o maestros. Esta vez no fue en un colegio, sino en una escuela pública; esta vez no fue en una colonia de clase acomodada, sino en Cadereyta.
Sumergidos en tonterías como el campeonato de futbol y las campañas políticas, no ponemos atención a lo realmente importante.
¿Cuántas muertes se necesitan para que la autoridad haga algo de manera conjunta con los padres de familia? ¿Cómo es que los maestros de este chico no detectaron el nivel de depresión que tenía? ¿Por qué sus compañeros no denunciaron a tiempo que portaba un arma de fuego? ¿Qué pasa con sus padres? ¿Dónde quedaron los supuestos protocolos de la Secretaría de Educación y la pretendida capacitación a mentores y directivos?
Lo sucedido ayer en Cadereyta nos recuerda que tenemos una asignatura pendiente y que no deben existir pretextos para buscar y encontrar soluciones.
Ya no más, ya no queremos repetir “otra vez…”.