“Pensar en viejo me abruma y, sin embargo, pensar en joven,
en sano y arrogante joven, me parece tan insípido…”
Camilo José Cela
De todos los abusos y agravios a la ciudadanía que se cometen desde el gobierno ninguno me enfada más que el maltrato a las personas mayores, sobre todo cuando se trata del reparto de “apoyos” disfrazados de “política social” que terminan siendo mendrugos y que en muchas ocasiones resultan más caras que el supuesto beneficio.
No es de ahora, de siempre se ha dudado de la transparencia y efectividad de estos programas y así como “desaparecen” miles de televisores, habría que indagar cuántos apoyos de este tipo no llegan a los verdaderamente necesitados.
Eficientes burócratas que siempre encuentran la manera de complicar las cosas, los encargados de estos programas en todos los niveles se especializan en fallar una y otra y otra vez, en encontrar la manera de torturar y maltratar a los viejecitos, en que hagan largas filas en el sol y el calor, en hacerles dar vueltas y más vueltas para que al final, después del martirio, se den cuenta de que el “apoyo” se diluyó en camiones, copias, taxis y demás.
En una era en que contamos con poderosas herramientas tecnológicas, me parece increíble que sigan sucediendo cosas así y que la sociedad, exigiendo cárcel para los corruptos, discutiendo la ley electoral, peleándose por acabar con los partidos, no volteen a ver esta tragedia que es un pecado capital.
Porque no es un obsequio lo que se reparte, es nuestro dinero; porque esas personas están ahí por verdadera necesidad ante la falta de programas reales que les permitan pasar sus últimos años de una manera digna, porque hemos fallado como sociedad y porque fallan los gobiernos.
Pero a nuestros activistas les parece más entretenido andar calificando y evaluando alcaldes, peleando por ver a quién designan como fiscal anticorrupción o procurador, y nada, absolutamente nada, hacen por las personas mayores que son verdadera carne de cañón, presas indefensas de la politiquería y el chantaje de gobierno y electoral.
Se olvidan de que es probable que un día lleguen a viejos; creen que la jauja en la que viven será eterna y no entienden que si tienen la enorme oportunidad de servir, ya desde el gobierno o bien desde las organizaciones sociales, deberían dedicar una parte de su tiempo y esfuerzo en hacer el bien.