“En la vida humana sólo unos pocos sueños se cumplen;
la gran mayoría de los sueños se roncan”
Enrique Jardiel Poncela
Te das cuenta de que algo no anda bien cuando en lugar de presentar sus proyectos e ideas y con ellas conseguir adeptos para su causa, un aspirante a una candidatura empieza a despotricar contra el árbitro o sus contendientes.
Pedrito es listo, lo cual no necesariamente significa que es inteligente, y sabe dónde está su techo. Por eso es que desde ya se anda justificando, acusando a la autoridad electoral de que no lo quieren ver en la boleta.
Sin propuesta, sin idea ni mensaje, pero además sin ganas de conseguir quien le regalase una firmita de adhesión real para su candidatura, se fue por la fácil, se vistió de bravucón y se puso a echarle pleitos al Bronco, intentando mediante el escándalo conseguir la nota y ver si algunos incautos caían.
Pedrito sabe que está muy abajo en la tabla y por eso les gritonea a los de arriba, para ver si lo suben y con eso logra mejorar, aunque sea un poquito, en la carrera por la candidatura, pero ni así.
Y es triste, porque cuando tienes un público de chavos inquietos y al mismo tiempo entendidos, lo menos que podría esperarse es un discurso a tono con el auditorio; si la queja de siempre ha sido que los políticos son show sin sustento, Pedrito se fue a la fácil y repitió la receta.
El recurso más preciado en una campaña, pero el que más se desperdicia, es el tiempo y Pedro vino a Monterrey a tirarlo por la coladera porque no ha sido capaz de explicarnos cómo es que piensa resolver cualquiera de los graves problemas que tiene nuestro país.
El punto no es cómo se definen o llaman los precandidatos, sino cómo se comportan y Pedrito, por muy independiente que se sienta y presuma, acabó exactamente igual que los que tienen partido.
Por eso es Pedrito.