“¿Pero qué necesidad?”
Juan Gabriel
Reza una vieja máxima estadounidense: “si algo está bien, no intentes arreglarlo”.
Intento y no puedo entender la lógica del Comité Nacional del PRI al nombrar un delegado en Nuevo León a unas horas del inicio de las campañas federales.
¿Quién carajos es Mauricio Ortiz Proal para venir a Nuevo León a “coordinar” el proceso electoral que se avecina?
¿Es que acaso nadie en Insurgentes 59 tiene un gramo de cerebro para comprender que su enviado aquí se convertirá en un estorbo y una mera figura decorativa?
¿En serio creen que priistas de la talla del dirigente estatal Pedro Pablo Treviño, el coordinador de campaña del candidato presidencial Benjamín Clariond, o candidatos como Jorge Mendoza, Cristina Díaz, Adrián de la Garza, Paco Cienfuegos o Clara Luz Flores le van a hacer caso a un muchachito venido de Querétaro que no tiene ni remota idea de cómo son las cosas en Nuevo León?
Lejos de constituir un apoyo, el flamante delegado se convierte en un absoluto estorbo que vendrá a revolver las de por sí ya enturbiadas aguas al interior del tricolor.
¿Cuán será la función del delegado? ¿Venir a cobrar como aviador? ¡Bueno, es la lana del PRI! Porque donde intente darle media vuelta para apretar o aflojar cualquier tuerca se va a meter en un lío gordo y con ello emproblemará aún más las ya complicadas elecciones que el partido tiene en el 2018.
¿Un delegado? ¿Para qué?
Si aquí entre ellos no se ponen de acuerdo y se pelean la última galleta salada de una mesa, el enviado del CEN priista terminará siendo el salero, porque ya para esta hora todos, y dije todos, tendrán claro a quién se debe Mauricio Ortiz y habrán hecho lo conducente para aclararle el tamaño y fuerza que cada uno tiene a través de sus padrinos políticos.
Si la circunstancia exige claridad de ideas y no perder tiempo, aglutinar y evitar la dispersión, ¿en qué diablos está pensando Enrique Ochoa al designar a un delegado del Comité Nacional en Nuevo León?
¡No lo arregles, así está bien!
