“En boca cerrada, no entran moscas”
Refrán popular
Si por algo se ha significado el gobernador de Puebla, Luis Miguel Gerónimo Barbosa Huerta, es por su errática administración, su intolerancia y sus constantes dislates.
No hay semana en la que Barbosa no dé un traspiés y brinde material para que sus enemigos y hasta quienes no lo son, le dediquen críticas y señalamientos.
Se pelea, casi siempre sin necesidad, con todos y por todo. Es un genio para entender el “timing” y aplicarlo a la inversa, porque cuando trae una pesada loza a la espalda con el tratamiento de la pandemia en su entidad, sin que nadie le diga nada apura a los diputados de su partido para sacar una extraña ley de educación que monta en armas a la mitad de la población o si en el gobierno federal levantan la restricción de trabajo a las armadores de automóviles, él dice que no.
Uno de los problemas de Barbosa es su excesivo afán protagónico y su celo porque ningún funcionario aparezca en medios, de suerte que el vocero es él, sólo él y nada más él, lo que provoca una sobrexposición y con ella el aumento de posibilidades de cometer fallas y errores que, perdón por insistir pero no hay de otra, aquí son garrafales todos.
La suerte del gobernador no será otra que la que ya se conoce: o se cansa y abre las puertas a su equipo o pone un vocero, porque a como siga equivocándose un día sí y otro también, en un descuido le van a pedir que se vaya a su casa a decir sus ocurrencias.