“Hay personajes que merecen
muchos más reconocimientos”
Yomero
Felipe Zambrano fue en la vida doblemente bueno.
Bueno porque cualquier cosa que emprendiese la hacía bien y no se conformaba con cumplir, sino que buscaba con pasión y entrega destacar y dar resultados.
Así, como rejoneador, dio junto con su hermano Evaristo lustre y brillo a Monterrey al actuar en los ruedos de México con sonados éxitos durante su carrera, convirtiéndose en un referente por la excelente doma y manejo de sus jacas.
Igual que su amigo Gastón Santos, incursionó en el cine haciendo junto a Gaspar Henaine “Capulina” la película “El Caballo Torero”, filmada en el Cortijo San Felipe y aunque le costó trabajo aprender a actuar, la disciplina y constancia le permitieron salir avantes del compromiso.
Como alcalde de San Pedro tuvo la iniciativa de arbolar los camellones y dotarlos de pistas para hacer ejercicio, además de mantener un excelente nivel en materia de servicios públicos.
En Monterrey primero armó toda una revolución al inventar el concepto de las “zanahorias”, trabajadoras de limpia manual ataviadas con overoles de color naranja en brigadas que recorrían calles y avenidas para transformar la capital regia, lo que le terminó dando el mote de “Fray Escoba”.
Fue después diputado federal y creó la Ley Nacional del Deporte a fin de impulsar el talento y potenciar a los atletas nacionales.
Ocupó, en un momento ciertamente difícil, la Dirección de la Policía Regia y también ahí dio resultados.
Fue también criador de reses bravas y mantuvo con firmeza su concepto del toro bravo, no el toro comercial manso y menso, sino un toro de verdad bravo.
Y digo que Felipe fue doblemente bueno porque además de ser una máquina para trabajar, como ser humano siempre se distinguió por ser un excelente hijo, hermano, esposo, padre y amigo.
Tuve el honor de disfrutar del privilegio de su amistad y de su cariño. Colaboré con él en campañas políticas, así como en una brevísima incursión que hizo en lo que para él fue un sueño: tener una estación de radio.
Puedo dar fe de muchos atributos personales de Felipe que recién ha dejado este mundo, sin embargo sus obras hablan por si mismas, por lo que considero que en ese dejo de humildad con el que siempre vivió, nunca buscó los reflectores o elogios, pero ciertamente Nuevo León le debe rendir homenaje por sus logros y buenas acciones. Ojalá que el Municipio de San Pedro o el de Monterrey impongan su nombre a una calle para perpetuar su legado y recordar su brillante andar.
¡Hasta siempre Felipe!