“Mi conciencia tiene para mí más peso que la opinión de todo el mundo”
Cicerón
Bien dicen que el sentido común es el menos común de los sentidos.
Y es que una vez pasada la emergencia todos tendemos a olvidarnos del tema y proseguimos con nuestra vida normal.
Eso sí, a la hora de los “cocolazos” o como algunos diputados “faltando cinco para las doce”, andaban haciendo recomendaciones y lanzando exhortos para evitar tragedias, ¿y el resto del tiempo?
Hablamos de conciencia y responsabilidad cuando tenemos la lumbre cerca de los aparejos, no antes y no revisamos la historia para darnos cuenta de lo mucho que nos cuesta como sociedad el reparar, recomponer y arreglar, los daños que nos deja cada fenómeno natural que nos ocurre y cuyos montos y alcances se agigantan gracias a nuestra inmensa colaboración.
Me espantan las cifras que le escuché citar a Martha Herrera, representante en México de Arise, una organización encaminada a prevenir las catástrofes y crear conciencia: por cada peso invertido en prevención se ahorran hasta siete pesos en reparación de daños posteriores a las contingencias. Lo grave, lo triste, lo preocupante, es que no hay dinero que pueda recuperar las pérdidas humanas.
En Arise participan los sectores público y privado, además de universidades y ONG’s y dentro de poco tendrán un congreso en el que participarán especialistas.
Para quienes hemos vivido temblores, huracanes, inundaciones y sequías, la historia no es nueva, pero a pesar de haber vivido tan dramáticas experiencias lo cierto es que tendemos a borrarlo de nuestra memoria y volvemos a las mismas prácticas que en mucho contribuyen a agigantar los efectos negativos.
Es tiempo de pensar, crear conciencia, ayudar y ayudarnos un poco o más bien un mucho. Nuestra aportación, por mínima que sea, puede salvar una vida y ahorrarnos mucho dinero.