“El hombre que pretende verlo todo con claridad antes de decidir nunca decide”
Henry F. Amiel
Unos y otros hablan de defender el voto de los ciudadanos y su derecho de elegir a sus autoridades; no se refieren al ascenso al poder, a la nómina, a los negocios, a acomodar a los cuates e incondicionales, todo se centra en la muy llevada, traída y manoseada democracia.
Todos dicen lo mismo, argumentan lo mismo y padecen del mismo mal.
Porque el verdadero problema de las elecciones en Monterrey y Guadalupe se basa en las malas campañas que hicieron los candidatos de todos los partidos, ya que de haber destacado alguna no estarían peleando por décimas de punto ni habría ninguna duda.
Pero sin estrategia ni mensaje, sin estructura, sin objetivos claros, sin estupendos resultados actuales ni buenas credenciales del pasado, ¿cómo conseguir un triunfo avasallador? Un exceso de improvisación y una cantidad igual o mayor de “genios” de la mercadotecnia y la comunicación política cuyos resultados saltan a la vista.
Hoy quieren congraciarse con los electores y conseguir la adhesión pública bajo el argumento de que defienden los votos y la democracia, pero, ¿y los votos en contra no cuentan?
El problema es que estamos en este sarao gracias a su incapacidad, pero sobre todo a su soberbia para hacer muy malas campañas que, lo que son las cosas, los ubicó en su exacto nivel y dimensión: para los votantes son exactamente iguales, porque ese fue el resultado de los comicios, un cerradísimo empate técnico que nos refleja que tienen números similares de seguidores y detractores.
El problema es que les faltó talento, creatividad, sentido de oportunidad, un mensaje claro y definido, una oferta contundente que borrase por completo a los opositores, una preparación para aprovechar los momentos clave como los debates y el conjunto de ideas con la suficiente fuerza para ponderar los positivos por encima de sus negativos.
Pero no, no defienden ni la democracia ni los votos, están ahí peleando por lo otro.
Así que no se quejen, porque a final de cuentas están pasando aceite y purgando penas por su culpa, de nadie más.
