“Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre”
Refrán popular
Si fuese cualquier neófito lo entendería, pero tratándose de un diputado con el palmarés de Juan Carlos Ruiz me sorprende sobremanera la ilógica manera de desperdiciar el más preciado de los recursos que tienen nuestros legisladores que es el tiempo.
Ayer el diputado panista en el Congreso de Nuevo León subió a la tribuna a proponer un punto de acuerdo, asómbrese conmigo, para pedir al Gobernador Jaime Rodríguez que se permita que en las oficinas gubernamentales, dependencias del Estado y en el Palacio de Gobierno, los ciudadanos puedan ingresar, bajo su responsabilidad, con sus animales de compañía.
En medio de tantos y tantos problemas que nos aquejan, el político albiazul desperdició su tiempo y el de todos los diputados en una verdadera nimiedad.
Hay que recordarle al bien intencionado Juan Carlos que, él lo sabe por experiencia, el tiempo vuela, por lo que no puede desperdiciarse en filias y fobias personales.
Uno puede entender que al diputado Ruiz le gusten sus mascotas y les tenga especial cariño, pero vamos, no podemos ni debemos caer en excesos que para todo hay un espacio y un tiempo y como que andarlos llevando al trabajo o permitir que cualquiera los pasee en lugares públicos como oficinas gubernamentales, no es lo ideal, así sea con el parámetro solicitado de “bajo su responsabilidad”.
Porque los animales son eso, animales y nadie puede predecir sus reacciones, sobre todo cuando interaccionan con desconocidos, así sea la mascota más adiestrada; pero además, ¿cuál es el beneficio real de esta medida? ¿no serán más los riesgos y molestias que se causen que las ventajas?
Lo interesante viene en la argumentación del legislador que declara: “Nuevo León siempre ha sido una tierra de avanzada, su metrópoli es considerada una de las más modernas de México y de Latinoamérica, es por ello que en aras de contribuir a que nuestra sociedad siga desenvolviéndose en una atmósfera moderna, pero sobre todo de humanidad”.
Perdón, pero, ¿cómo?
No podemos darles a las mascotas una atmósfera de humanidad simple y sencillamente porque no son humanos, son animales y como tales debemos tratarles; sí con consideración, respeto y cariño, como lo hago como mi perro o lo hice cuando tuve un caballo.
Repito, cada cosa en su lugar y a su tiempo. Las mascotas en sus casas, en parques y jardines, en donde existan condiciones y siempre bajo supervisión, pero jamás, reitero jamás, podemos darles ni el nivel ni el trato que no pueden tener.
Déjese de cuentos diputado, no ande quitando tiempo y ya póngase a desquitar su salario.