“En la guerra y en el amor, pero también
en los debates, todo se vale”
Yomero
En algo todos coinciden: si alguien perdió en el debate del domingo no fue otra que Margarita.
La que la en la teoría no tenía nada qué perder y todo por ganar, terminó perdiendo y todo por una falla y un exceso en lo mismo: la preparación.
Excelente en la propuesta y la argumentación, aceptable en la estrategia del ataque y la defensa, a Margarita se le vio exaltada de más, sobreactuada, atropellada, acartonada y rígida, como aquella niña del cuento de “Yo soy Mariquita Pérez y les voy a contar un cuento”.
Para colmo la maquillaron horrible y la peinaron peor, acentuándole las marcas del rostro, volviendo más duros los rasgos y gestos, aquello parecía como una máscara de “El Guasón”.
Pero sobre todo Margarita perdió por renunciar a una ventaja tan natural como el ser la única mujer en el debate. La esposa de Felipe comete el mismo error que muchas otras que la han antecedido al pretender jugar a la política como si fuese hombre, por eso habla como hombre, toca los temas de los hombres y se viste muy parecido a como lo hacen los hombres.
Sí ansiamos a alguien que se preocupe por nosotros, pero no nos gusta que nos lo grite en la cara, recordándonos a mamá cuando nos castigaba por nuestras travesuras diciendo aquello de “yo estoy aquí para cuidarte y esto me duele más a mi que a ti”.
A la señora Zavala la sobre-entrenaron perdiendo la enorme oportunidad de avanzar con el debate; recordemos aquello de “quien pega la primera vez, pega dos veces”.
Ahora irá a las siguientes comparecencias con un pesado lastre que difícilmente podrá remontar y con una asignatura que sólo ella podrá resolver… claro, con la ayuda necesaria de un profesional que le indique la manera de ser y parecer más natural frente a la cámara y en contraste con sus contendientes.