“Hay cosas que sentimos en la piel, otras que vemos con los ojos,
otras que nomás nos laten en el corazón”
Carlos Fuentes
Los políticos de nuestro tiempo tienen la piel demasiado delgada, pero además están llenos de soberbia.
Quisiera escribir acerca de un correo que recibí hace unos días de una mujer, pero como me lo ha enviado a título personal no debo, por ética, hacerlo, ya que se trata de una comunicación entre dos personas, aún y cuando el contenido de su misiva atañe a mi actuación como periodista y a su actuación como funcionaria pública. Así que omitiré su nombre.
Hace algunas semanas, pocos días después del fallecimiento de mi querida Rosaura Barahona, escribí sobre un evento realizado en el Congreso del Estado en el que el Poder Legislativo le otorgó un reconocimiento a la gobernadora de Sonora, Claudia Pavlovich, por celebrarse el aniversario de la aprobación del voto de la mujer en México. La verdad es que el homenaje a la gobernadora fue meramente circunstancial por empatarse con una visita que hizo a Nuevo León, por lo que lo catalogué de oportunismo puro y cuestioné a varias de las participantes en el mismo.
Pues bien, 20 días después -leyó usted bien, 20 días después- una de las mujeres a las que hice alguna referencia en el escrito me mandó un airado correo lleno de reclamos y de algunos velados insultos.
Por cortesía y educación, que no por otra cosa, le respondí argumentando mi posición sobre el homenaje y aclarándole lo que sobre ella específicamente escribí.
Abro un paréntesis para recordar que siendo niño, cuando estudiaba la primaria, llevábamos una clase denominada “Lectura y Comprensión”, que no era otra cosa que saber leer y entender lo que se leía. Creo, lo digo sinceramente, que la mujer a la que hago referencia, le hizo falta conocer de la materia que en mi infancia me impartieron, porque en su queja se victimizó, se tiró al piso y pataleó como crío emberrinchado.
No fue distinta su respuesta a mi respuesta, valga la expresión, porque a su postura de que su discurso fue “ampliamente difundido en NL y otras entidades del País”, simplemente contesté que no tuve oportunidad de ver dicha información (y eso que consulté “El Alacrán”, “La Espiga de Cadereyta” y muchos periódicos regionales) y que no era responsable de que la gente que opera su área de comunicación no sea eficiente, pero que además su argumento no atacaba el fondo de mi queja, que no era otro que el hecho de que era mil veces más merecedora de ese reconocimiento mi añorada Rosaura que la gobernadora.
¡Nunca hubiera osado contestar así! La mujer hecha un basilisco, pero sin responder al cuestionamiento, me soltó de sopetón que tenía 160 mil reproducciones, pero sin decir de qué, en dónde, de cómo.
Tienen la piel delgadísima y no les gusta la crítica. Creen que la prensa está sólo para divulgar lo que ellos quieren o les conviene y no toleran a quien no comparte sus ideas.
Para eso, que mejor se queden en su casa.