“Perseverar en el cumplimiento del deber y guardar silencio
es la mejor respuesta a la calumnia”
George Washington
El hecho de que una persona destaque en su profesión y que gracias a sus logros pueda desempeñar con mayor o menor éxito un cargo público, no significa de ninguna manera que esté capacitado para comunicar absolutamente nada, ni siquiera los detalles inherentes a su puesto y en ello incluyo a muchos encargados de comunicación que serán unas “chuchas cuereras” en muchas cosas, pero no son capaces de proyectar hechos, conceptos o ideas.
En este caso está Manuel de la O., un eminente pediatra que hoy ocupa el cargo de Secretario de Salud en Nuevo León. Puede que sea muy bueno en lo suyo, pero comunicándose definitivamente es un desastre.
Una semana después de que los restauranteros se reunieron con el gobernador y le externaron su queja de que estaban siendo extorsionados por inspectores de Salud con el pretexto de la Ley Antitabaco y que el gobernador primero les dijo que le enviaran mensajitos a su teléfono para denunciar, pero en el fondo aceptó que flexibilizaría su postura sobre el particular, el galeno encargado de la salud pública se aventó el tiro de retar a los empresarios diciéndoles que presenten pruebas.
Muestra de la incapacidad del doctor de la O., es su respuesta a la pregunta de un reportero, la cual transcribo íntegra: “Lo que percibo yo en el fondo, ellos quieren que se fume en todos los restaurantes de Nuevo León y eso no me parece correcto”.
Alguien tendría que explicarle a don Manuel que para efectos legales aquí no importa un comino lo que a él le parezca o no, sino lo que diga la ley y que él está obligado a ceñirse estrictamente a lo que marque la norma, no a lo que a él crea.
El Secretario salió con la eterna respuesta de todos los funcionarios que son acusados de corrupción: “Que nos den pruebas y actuamos”, una salida que a nadie convence, porque agarrar en la maroma a los corruptos no es cosa sencilla.
Pero además, para sembrar aún más dudas, el funcionario dijo que tras la denuncia ante el gobernador habían realizado una inspección a los 50 inspectores de la Secretaría, “pero no habían encontrado ninguna anomalía y que les había leído la cartilla advirtiéndoles que si encontraban a alguien realizando extorsiones lo iban a meter a la cárcel”.
Las preguntas saltan solas: ¿y qué tal si los inspectores son presionados o amenazados y sus jefes les exigen cuotas? ¿Inspeccionaron también a los superiores jerárquicos? Aunque el hilo se rompe por lo más delgado, bien valdría la pena poner en “Jacquez” a dos o tres para conocer su reacción.
Al final queda claro que por mucho que presuma, al doctor de la O. le hace falta aprender bastante en materia de comunicación y de cómo debe responder a los reporteros, porque la obviedad del domingo lo único que consigue es que crezcan más las dudas acerca de la honestidad de quienes laboran en su dependencia.