“Aunque la mona se vista de seda, mona se queda”
Refrán popular
Como las víboras que cambian de piel pero que mudan con una copia exacta de la anterior, por mucho que intente el diputado federal y precandidato a la alcaldía de Guadalupe, Nuevo León, Daniel Torres Cantú, sigue siendo el mismo de siempre.
Expriísta convertido al independentismo, como todos los de su clase cree que con solo quitarse el uniforme o la etiqueta ya ha cambiado, pero el problema de fondo es que no se trata de un asunto de colores o marcas, sino de fondo.
El arrepentido tricolor citó a conferencia de prensa para anunciar que en caso de ser candidato renunciaría al financiamiento público que por ley le correspondería y que asciende a algo así como 17 mil 256 pesos para toda su campaña.
¡Valiente determinación! ¿Cómo no hizo lo mismo en la elección pasada cuando bajo los colores del PRI pudo convertirse en diputado federal o cuando sucedió lo mismo para que llegara al Congreso local?
Lo de Daniel es un truco más barato que los que hacía en la tele el finado “Beto El Boticario”, de esos que invariablemente terminábamos dándonos cuenta de cómo había sido el engaño.
Renunciar al financiamiento no es un acto de rebelión o congruencia porque desde antes él sabía las reglas y condiciones de su aspiración y obvio, 17 mil pesos no pagan ni el uno por ciento de lo que le costó la megapachanga que organizó con grupos musicales y entrada abierta para su cumpleaños en la Exposición.
Daniel Torres sabrá si agarra o no la lana, pero que no venga a darse aires de pureza y mucho menos a dar lecciones de moral, porque muchos, sobre todo en Guadalupe en donde pretende ser alcalde, lo conocen bien.
Más que el intento de engaño, lo que enfada es la forma vil y descarada de pretender manipular la realidad en aras de vestirse de paladín de la democracia, cuando en realidad nunca lo ha sido, ni lo será.
Es un tránsfuga y lo seguirá siendo hasta siempre.