“El remedio, el trapito y amárrale aquí tantito”
Refrán popular
Con una franela que no vale “diez méndigos pesos” (El Bronco dixit), cualquier pelafustán monta un negocio en la vía pública en el que no paga impuestos, no da recibos, no ofrece garantía alguna, pero eso sí, si no aceptas sus “servicios” eres susceptible de ser presa de la ira divina de la venganza.
Son los “franeleros”, esos que hay en todo México, pero que en Monterrey son una pandemia.
Estos que lucran con el espacio público en cualquier lugar concurrido o espectáculo, no operan solos, están ahí con la complacencia y disimulo de autoridades que se hacen de la vista gorda a cambio de una módica cuota para dejarlos “trabajar”.
Y de antes pedir “una propina” o “para el refresco”, a últimas fechas se han chiflado imponiendo cuotas que ya rayan en lo absurdo. De 20 pasaron a 50 y ahora piden 100 pesos por “permitirte” estacionar en cualquier lugar, en ocasiones hasta en espacios prohibidos, sin hacerse responsables de nada.
Me ha tocado ver la manera en que, minutos después de iniciado un evento masivo, los “cuidadores”, que se supone están vigilando tu vehículo, ya se retiraron con sus jugosas ganancias (y uno piensa, en un descuido este canijo está en una localidad más cara que la mía, comiendo y bebiendo como príncipe con lo que se embolsó en un ratito).
Lo grave es la permisividad de una autoridad que debería impedir este atropello. Porque siendo malpensados pueden ser los mismos franeleros quienes les indiquen a los ladrones quiénes están ocupados por un buen rato disfrutando de un show o un partido, de manera que hay tiempo y espacio para desvalijar cualquier vehículo.
Lo peor viene cuando le pagas al cuidador y tras “permitirte” estacionarte en un lugar indebido llega la grúa y levanta a todos. ¿Qué no se supone que para expedir un permiso a un lugar de espectáculos se les exige un mínimo de espacios de estacionamiento?
Los “franeleros” son una muestra más del caos y desorden que viven nuestras sociedades, de la corrupción solapada y propiciada por nuestras autoridades, de la manga ancha para hacer dinero rápido y sobre todo de la falta de voluntad en algo básico y simple de unos políticos a los que lo que menos les importa es el cuidar de la ciudadanía que los puso en el puesto.
¿Hasta cuándo tendremos que soportar a los “viene-viene”?