“Hay pocos animales más temibles que un hombre
comunicativo que no tiene nada que comunicar”
Charles Augustin Sainte-Beuve
Ajonjolí de todos los moles, el “Mil Máscaras” (que por cierto ya no se disfraza de “El Charro Negro”, se pone traje y corbata), Waldo Fernández, viene a Monterrey cada fin de semana y no desaprovecha resquicio, rendija o espacio para hablar de cualquier tema, hasta de las últimas novedades para batir los huevos a punto de turrón.
El viernes pasado en un espacio radial, el senador se reventó un sofisma que no tiene desperdicio: “está acreditado que las personas que tienen conductas antisociales con los animales son primo delincuentes, empiezan a maltratar animales y más adelante lo hacen con personas que integran la sociedad; incluso hay varios documentales en la materia donde se dice se acreditan conductas típicas o atípicas de personas que maltratan a los animales”.
Fernández repitió la cantaleta que los animalistas les escribieron a nuestros políticos sin detenerse a revisar si el dicho es cierto o no y resulta que el asunto no está documentado, por lo menos por una institución seria y responsable; lo que sí hay es ese bulo repetido mil veces.
No me propongo defender a los maltratadores de animales, pero hay que dejar en claro que el senador si no miente, por lo menos no aporta prueba alguna de lo que afirma como una verdad absoluta.
Me preocupa y me preocupa mil veces más, algo que sí está documentado y es la violencia doméstica de la cual Waldo no habla y se hace “pato”.
Según el portal Women’s Health, los niños que presencian violencia entre sus padres tienen un riesgo significativamente mayor de reproducir este patrón en sus relaciones futuras. Se dice que un varón que ve a su madre agredida, por ejemplo, tiene hasta 10 veces más probabilidades de convertirse en agresor en su vida adulta. El ciclo de violencia es un fenómeno ampliamente documentado: las conductas violentas aprendidas en la infancia pueden repetirse en la edad adulta. Sin embargo, no todos los hijos de padres violentos repetirán esos comportamientos.
¿Por qué será que a Waldo, como a la mayoría de nuestros políticos, les importa más el “bienestar animal” que el bienestar de los seres humanos, en especial de los más desprotegidos. Porque se habla, se legisla, se hacen acciones, pero el asunto sigue ahí, no desaparece y es común encontrarte con que los violentadores no son detenidos por la autoridad por temas legaloides, hasta que un día el daño a sus víctimas es fatal y entonces sí, los políticos saltan a la palestra exigiendo soluciones, respuestas y la aplicación de todo el peso de la ley.
¿Por qué Waldo no se preocupa por los niños sin oportunidades, sin casa, sin escuela, con padres sin trabajo; esos que andan en las calles y son presa de la delincuencia? ¿Por qué no dijo nada de la niña de 13 años embarazada que perdió a su bebé este fin de semana?
¿Será que es más fácil comprarte un robot-perrito en Amazon y andarle pegando al novedoso en lugar de tratar temas verdaderamente importantes? El bienestar humano debe estar siempre por encima del de los animales.