“Las leyes inútiles debilitan a las necesarias”
Montesquieu
Por años he venido sosteniendo que la implementación de la “Ley Seca” en las elecciones es una completa y absoluta inutilidad.
Lo único que consiguen las autoridades con esa medida es que los ciudadanos realicen “compras de pánico” y adquieran el alcohol que ni siquiera alcanzan a consumir, por lo que lejos de cumplir con el cometido de la abstinencia, terminan provocando que todo el mundo se ponga “hasta las chanclas” desde el viernes por la noche, “ora que hay”.
La “Ley Seca” es además un extraordinario negocio para quienes burlan la medida y de una y mil formas expenden productos a escondidas, amén de que se convierte en una excelente oportunidad para burócratas corruptos que, lejos de cumplir con su deber, andan cazando incumplidos para exigirles enormes cantidades de dinero a cambio de hacerse de la vista (y la cartera) gorda.
Ya lo verán la semana entrante, la manera en que de la nada aparecerán promociones en supermercados, tiendas de conveniencia y depósitos de vinos y cerveza y el viernes por la tarde, antes del inicio de la prohibición, las largas filas de espantados comprando y comprando.
Lo más triste del asunto es que la elección de este 1 de junio será, todo parece indicar, una de las más desairadas de los últimos tiempos. Sin campañas, sin claridad, sin promoción, sin conocimiento, pocos serán los que acudan a las urnas a votar, como no sean los acarreados y unos cuantos cumplidos.
¿Llegarán sobrios a la cita?